Luego de la segunda vuelta electoral entre Sergio Massa (Unión por la patria) y Javier Milei (La libertad avanza), en la que se produjo una derrota histórica del peronismo (y sus aliados reformistas y conservadores) a manos de una improvisada coalición entre liberales, el PRO de Macri, Bullrich, y un sector grande de la UCR, se ha profundizado el ataque hacia las condiciones de vida de la clase trabajadora, tal como estaba previsto, independientemente del resultado de las elecciones.
Estos tres meses han estado marcados por una serie de expresiones de la descomposición del régimen en crisis. La recesión en el plano económico requiere un reordenamiento severo entre las clases sociales, mediante las estructuras políticas y jurídicas. Las patronales tienen la necesidad de aumentar la explotación sobre los trabajadores para proteger su tasa de ganancia, haciéndonos pagar una inflación vertiginosa, manteniendo bajos los salarios y las jubilaciones. El Estado capitalista, al mismo tiempo que debe cumplir su rol de gendarme empresarial, se ve en la obligación de ajustar aún más para pagar cuantiosas sumas, miles de millones dólares, tanto al FMI como a acreedores privados y fondos buitre.
Los primeros ataques de Milei, apenas asumió: decretazo liberando precios de alquileres, alimentos, medicamentos, despidos en el Estado, intento de reforma laboral, devaluación al 100%, protocolo represivo, entre otras.
Una medida que generó rechazo en la oposición patronal, fue el cobro de impuestos de un 15% a las exportaciones, sin coparticiparlas. Algunas especulaciones indican que esto fue calculado por el liberal recaudador, para forzar una negociación con los gobernadores: quitar este punto de la ley ómnibus para conseguir los votos necesarios para los superpoderes y las otras reformas. Cualquiera sea el motivo, hay un consenso general de aplicar el ajuste, aunque hay divergencias entre los partidos burgueses.
Desde diciembre hay protestas, está creciendo la organización en los lugares de trabajo y de estudio, también en los barrios, mediante las asambleas, y las multisectoriales. Destacan principalmente los sindicatos y delegados combativos del movimiento obrero, que están llevando adelante medidas de fuerza como los paros, y brindando instancias de unidad en la acción, poniendo sobre la mesa la necesidad de medidas concretas de lucha económica y política.
El parlamento y la tribuna del pueblo
Durante el debate de la ley ómnibus en enero, se sucedieron frente al Congreso y en distintas partes del país, una serie de represiones a cargo de la policía, infantería, gendarmería y policías provinciales (Mendoza, Jujuy, Salta, Buenos Aires, Córdoba).
Los legisladores del FIT-U recibieron en su despacho a los principales dirigentes de la CGT, conversaron sobre el rechazo parlamentario de la ley, y sobre un “plan de lucha”. La estrategia de los burócratas sindicales consistió en presentaciones judiciales nacionales e internacionales, el diálogo con diputados, senadores y gobernadores, y la jornada de movilización del 24 de enero, día de la huelga de 12 horas que la mayor parte de las conducciones boicoteó.
El día de la votación en general, hubo represión en las afueras del Congreso, y ante esto, en lugar de llamar a los trabajadores a organizarse y luchar por la huelga general hasta que caiga la ley ómnibus y el DNU, y en vez de denunciar el carácter de clase burgués que tiene el parlamento, los legisladores del FITU se limitaron a pedirle a los diputados capitalistas que intercedan para detener la represión.
En lugar de actuar como tribunos revolucionarios, se comportaron como meros centristas o reformistas. Dejaron pasar otra oportunidad histórica de darle un mensaje contundente a la vanguardia y a las masas obreras, demostrando su total adaptación al régimen.
El frágil equilibrio a punto de estallar
La ley ómnibus cayó en la cámara de diputados durante la votación particular de los artículos, debido a que entre los principales aliados de Milei (el PRO y la UCR), no terminaron de acordar un programa para la defensa del conjunto de la burguesía, y porque el plan de ajuste tal como está pone en serio riesgo la gobernabilidad de las provincias.
Estas contradicciones muestran la tensión que genera la agudización de la crisis. Es en ese sentido que se ha producido en esta semana el conflicto con el gobernador Ignacio Torres, de la provincia de Chubut, quien se niega a enviar petróleo y gas hasta que le garanticen fondos como para evitar el estallido en su provincia. El alineamiento de todo el PRO a favor del chubutense, e incluso del peronista Kicillof que gobierna Buenos Aires, pone en aprietos a Milei, que siendo una caricatura bonapartista, no puede terminar de disciplinar ni a los burgueses ni a los obreros, y comienza a erosionar velozmente su credibilidad. Tendrá que ceder algo a cambio de apoyo para su línea.
Durante todo febrero ha crecido la bronca en la base. Aunque al principio, debido a la desconfianza natural hacia las dirigencias sindicales, un sector importante de trabajadores se negó a participar en manifestaciones, hoy la situación es diferente, son cada vez más quienes tienen disposición a luchar.
La insistencia del gobierno nacional en quitar fondos para los salarios de los trabajadores estatales (principalmente en salud y educación), los recortes en programas sociales, el freno de la obra pública, la continua inflación (aunque momentáneamente baja la cotización del dólar, siguen subiendo los precios) y la negativa a abrir paritarias (el gobierno sólo hizo ofrecimientos miserables) han empeorado drásticamente las condiciones de vida de millones de trabajadores. Si Milei no puede recaudar como pretende y no logra endeudarse pronto, seguirá a toda marcha con la impresión de pesos y de más bonos (deuda a futuro), lo que se trasladará en más inflación para marzo y abril, sumados a los tarifazos.
Los que se ponen el traje antes de tiempo
Es tal el descalabro que está haciendo Milei, que muchos aventureros burgueses ya vaticinan cómo puede ser el final de la película, y se disponen a ofrecerle a los patrones sus mejores servicios: Moreno, Grabois, etc. Tal es el caso de Cristina Fernández, quien publicó un documento de 33 páginas donde critica a Milei por derecha: le cuestiona que ataca al capital (“a la producción” dice ella), es decir, a la burguesía industrial, en favor del capital financiero. Planteó una vez más que está a favor de una reforma laboral, y de propiedades y formas de financiamiento mixtas (estatales y privadas), lo que es un espaldarazo a profundizar las reformas menemistas más nefastas como la Ley de Educación Superior.
Los consejos de la ex presidente: nada de impuestos a los ricos, a los bancos, ni de subir los salarios afectando las ganancias de los empresarios; privatizaciones y alianzas público-privadas, reforma laboral. Otro programa de ajuste. Un sector importante de trabajadores tiene expectativas o ilusiones en ese liderazgo, debemos ser claros: Cristina propone una versión más ordenada del plan de Milei. El capitalismo tiene sus reglas, desde el punto de vista burgués nada puede hacerse por fuera de las mismas. El camino del mal menor nos trajo hasta acá, y generalmente es el que abre las puertas para los peores engendros en la historia de la humanidad: nos desarma, desorganiza, llama a confiar en las instituciones y en dirigentes que defienden los intereses de otras clases sociales. Por eso, que nadie se sorprenda si se llegase a consumar otra estafa electoral, como fueron las de Perón en 1973, Alfonsín en 1983, Menem en 1989, etc.
El papel de las organizaciones obreras
El gobierno aún no puede controlar a los gobernadores y la oposición burguesa, ni puede desactivar el proceso de lucha que se viene gestando en la clase trabajadora. El papel de la burocracia sindical en darle tiempo a Milei y a los gobernadores es aún más alevoso en este momento. Diversos gremios, de las CTA y de la CGT, anunciaron huelgas aisladas que han suspendido apenas los llamaron a negociar; no convocan a asambleas con tiempo para garantizar las medidas; supeditan todo a las resoluciones legales, a la presentación de notas; anuncian marchas y no medidas de fuerza. Creemos que las luchas de la clase trabajadora y el pueblo empobrecido deben centralizarse en organismos para la pelea.
Proponemos la creación de comités de lucha en todos los lugares de trabajo (fábricas, centros de salud, escuelas, universidades, oficinas estatales, puertos, etc.), y en los barrios; recuperar las organizaciones sindicales para el combate con un programa obrero independiente. Los comités deben elegir sus delegados para construir una instancia superior, una dirección colectiva de la lucha. Y debemos construir un partido revolucionario, no para reforzar las ilusiones en el parlamento y las elecciones, sino como nuestra principal herramienta de organización para luchar por la revolución socialista.
Decimos con firmeza:
-No al pago de la deuda externa!
-Basta de represión, vamos por la autodefensa obrera y popular!
-Contra el ajuste y la inflación, lucha y organización!
-Por la huelga general hasta la victoria!
-Que la crisis la paguen los patrones!
-Por un gobierno obrero
Octubre Rojo, 29 de febrero de 2024
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